Lo primero que ve Valentina al despertar es un torso masculino, bronceado y reluciente de agua. Un marcado pack de ocho abdominales se alza frente a ella como una escultura viviente. Se queda con la boca entreabierta.
—¿Los hombres… tienen todo eso? —susurra sin pensar, más para sí misma que para los demás.
Lorena, la acompañante de Declan, frunce el ceño, Declan la mira asombrado y el capitán trata con todas sus fuerzas de no reírse.
Su mirada asciende lentamente, hasta encontrar unos labios mullidos, una nariz perfectamente perfilada y, por último, unos ojos marrones que la taladran con intensidad.
El desconocido mueve los labios, pero ella apenas puede concentrarse. El sonido llega lejano, como un eco en medio del aturdimiento.
«¿Quién es? ¿Dónde estoy?», piensa con desesperación.
