Nunca imaginé que todo pudiera cambiar en tan poco tiempo. Todo sucedió en menos de veinticuatro horas. Eso es todo lo que necesitó mi vida para desmoronarse, hacerse polvo, quedarse colgando de un hilo delgado y transparente como las líneas del monitor de este hospital que no para de emitir pitidos intermitentes. Hace un día tenía un novio que creía que me amaba. Era mi refugio en medio del caos. Pero estaba equivocada. El amor se transformó en una mentira brutal, en una traición tan fría como la sábana que me cubre las piernas. Perdí más que una relación. Perdí la confianza, la ilusión. La certeza de lo que el mundo era, aunque torcido, predecible. Y entonces vino el accidente. El chirrido de los neumáticos aún vive en mi cabeza, agudo, penetrante, como un grito de advertencia que lle