Capítulo 12. Intenciones

1462 Words
—Por supuesto—Sebastián forzó una sonrisa—estaré ahí sin falta, ya qué has sido tú quien me lo pide. Mariana alzó levemente ambas cejas al escucharlo hablar, no comprendió que había querido decir, pero sus labios se curvaron en una media sonrisa porque hablar con alguien a quien casi no conocía, la había puesto algo nerviosa, más de lo que ella había previsto, pero el azúcar la había ayudado a tener un poco de valor para hacerle la invitación. Ella no notó que Sebastián estaba molesto. —Entonces, nos vemos luego—menciono Mariana. Sebastián la observo irse y subir al edificio de su departamento. Desde el interior de su auto, observo la figura de su cuerpo, alejarse, sus curvas contonearse mientras desaparecía de su vista, unas curvas peligrosas que estaban consumiéndolo. Interiormente, algo hervía dentro de él, una tormenta de rabia. Claramente, no había esperado nada, pero cada suave sonrisa y cada mirada lo habían confundido y habían avivado su obsesión por esa mujer, porque no era una chiquilla que podía manipular y jugar, ella era una mujer, una que jugaba con su mente sin siquiera intentarlo. No importaba su condición, no importaba lo que tuviese que hacer para tenerla, él la haría suya a como diera lugar. Sebastián sostuvo el volante de su auto y comenzó a manejar, acelerando un poco más de lo debido porque tenía la enorme urgencia de sacar esa terrible decepción de su cuerpo, era una ansiedad que no estaba soportando, un ardor que debia eliminar antes de que lo volviera ceniza, necesitaba una mujer. Tomo su teléfono, instintivamente su mano se movió justo en el número de Camila, pero cuando un semáforo lo detuvo, él también se abstuvo de llamarla. No podía después de lo que había hecho, esa chiquilla necesitaba un alto y llevarla a la cama no era exactamente un castigo, sino una recompensa, así que movió la lista de sus contactos y encontró el número de la señorita Olivia. Su primer encuentro había sido algo explosivo e irresistible, el tipo de mujeres que él frecuentaba, el tipo de mujer que lograba encenderlo, el tipo de mujer que se entregaba sin que él tuviera que hacer el más mínimo esfuerzo. Marco su número y espero a que tomara la llamada. —¿Profesor Sallow?— cuestiono la señorita Olivia con un tono de voz enfadado, pero al mismo tiempo desconcertada, claramente no esperaba que la llamara luego de haberla corrido de su oficina. —¿Estás ocupada?—expreso mientras se aflojaba el nudo de la corbata y tamborileaba los dedos en el volante. —Por supuesto—respondió Olivia en seco, aunque en realidad estaba sentada frente al tocador de su habitación, colocándose una crema de noche en el rostro para que su piel se relajara, no tenía nada que hacer, pero su orgullo no iba a permitir que la usaran como a una maldita adolescente. —De acuerdo— Sebastián, suspiro, un suspiro casi agónico que el mismo se había adiestrado como forma de manipulación, las mujeres rara vez lo rechazaban cuando recurría a ese pequeño truco suyo— mira, solo quería disculparme por la forma en como te trate, fue muy descortés de mi parte, no voy a justificarme, solo espero no haber arruinado nuestra relación. —Bien—dijo Olivia con una sonrisa en su rostro, una expresión que Sebastián no pudo ver, pero si noto el cambio de tono de la voz de Olivia, ella, al igual que sus otras chicas, había caído en su red de mentiras y seducción—no estoy tan ocupada. ¿Tienes tiempo libre? —Mi clase termino antes de lo esperado— mintió con una sonrisa descarada— tal vez pueda pasarte a ver un rato a tu casa. —¿De verdad?—cuestiono Olivia entre emocionada y algo recelosa. —Bueno, si no quieres puedo verte en la universidad después—sugirió suponiendo que Olivia cedería ante la idea de perder esta oportunidad. —De acuerdo, estaré esperándote—dijo Olivia con cierta urgencia. —No tardaré en llegar—dijo y colgó. Entonces el semáforo cambio y la prisa que había tenido hasta ese entonces se fue consumiendo poco a poco, ahora que sabía que iba a obtener lo que quería, una mujer, alguien en quien depositar la furia en sus venas, la desilusión de no haber podido avanzar ni siquiera un solo maldito centímetro hacia Mariana. Algo en su interior quería dejar de intentarlo, un hombre que se respetara, no podía rendirse de ese modo, no ante una mujer que ante sus ojos tenía casi la misma presencia de una diosa. No porque fuera mucho más hermosa que las chicas europeas, no porque fuera más atrevida que Camila o tan ardiente como lo era Olivia, Lo que Mariana tenía, lo que volvía loco a Sebastián eran sus ojos, los cuales se negaban a verlo como un maldito hombre, su mente, que podía estar en cualquier parte menos prestándole atención, su cuerpo, el cual se burlaba de él porque nunca sería suyo. Esa mujer era un maldito ángel que no estaba dispuesto a consumirse en el infierno de su cama, en la pasión de sus besos o en la devoción de sus caricias. Sebastián no tardó mucho en llegar a la casa de la señorita Olivia, pero a pesar de haber conseguido lo que quería no se sentía satisfecho, de hecho se sentía derrotado, su ánimo estaba por los suelos, pero su instinto más carnal lo hizo llamar a la puerta y cuando la psicóloga de Mariana abrió luciendo un hermoso camisón sexi de color verde, él no pudo contenerse. Se dejó llevar por sus labios hasta que lo llevo hasta su cama. Se desnudaron entre besos y caricias. Sebastián cerro los ojos mientras su cuerpo sentía cierto alivio a volver a poseer a esa mujer, pero la ira aún estaba en sus venas, así que subió la intensidad de la forma en como embestía a Olivia, la forma en como sus manos parecían garras que querían arrancarle la carne de los pechos, sus dientes dejaron huella en su piel, no porque quisiera marcarla como su territorio, sino porque al pensar en Mariana mientras estaba con otra mujer, sentía que estaba traicionando algo, quizás a su obsesión por ella, porque no importaba con que mujer estuviera, se desnudara para él y permitiera que su masculinidad se adentrara hasta lo más profundo de su ser. Nadie podía reemplazar la necesidad que tenía de probar su piel, de entrar en ella, sentir la humedad de su interior, como su femineidad lo envolvía, eso era lo que había buscado desde que su obsesión se había disparado, pero ninguna mujer podía hacerlo sentirse pleno, completo, satisfecho. Sin Mariana se sentía vacío. Para cuando la señorita Olivia se quedó dormida a su lado, él se quedó mirando el techo de la habitación, escuchando su propia respiración, escuchando en ella su propia desilusión y decepción por tener que depender del sexo para poder saciar su necesidad de poseer algo. Era estúpido si se ponía a reflexionar, pero de alguna forma debia calmarse a sí mismo, no es que fuera una especie de máquina, pero no estaba acostumbrado al rechazo, ni tampoco a que lo usaran como se había sentido esa noche cuando Mariana había mencionado lo de su evento. Algo en su cabeza lo había hecho sospechar que ella solo se había animado a hablarle solo porque tenía que hacerlo, no porque deseara y eso aplasto su orgullo y pisoteo su ego. Se levantó de la cama y comenzó a vestirse mientras observaba a la señorita Olivia, descansaba en el otro lado de la cama aún desnuda. Sebastián contempló su cuerpo, pero su piel o cualquier sensación que su cuerpo había experimentado esa noche, no se comparaba con lo que sentía de tan solo ver a Mariana caminar. Entender esa verdad lo hizo cuestionarse si volvería a ser el mismo hombre una vez que obtuviera lo que quería de ella, o si tal vez una vez que Mariana le permitiera poseerla, ya no quedaría nada del hombre que era y del que estaba orgulloso. Suspiro y esbozo una sonrisa nerviosa, luego negó con la cabeza y descarto aquella estúpida idea porque no había mujer que pudiera cambiar lo que era y él no estaba dispuesto a cambiar por nadie y de cualquier modo, aunque así fuera, su estadía en ese lugar era corta, así que enamorarse estaba completamente descartado, así como cualquier tipo de conexión con alguien que no fuera únicamente sexo. Luego de recordarlo, termino de vestirse y salió de la casa de la señorita Olivia para volver a casa y poder descansar antes de su primera clase al día siguiente.
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